
En la barda trasera de la cafetería del Campus II del Instituto Tecnológico de Celaya se inauguró una obra que trasciende lo estético para convertirse en manifiesto educativo y compromiso social. El mural, creado dentro del programa Tequios por la Paz, reúne a tres guardianes míticos en un diálogo intercultural plasmado en cemento pigmentado y relieve: el Dragón de Oriente, símbolo del conocimiento transformador; el Ajolote Sagrado de Mesoamérica, emblema de regeneración y resiliencia; y el Lince del Bajío, representación de la visión crítica y el equilibrio entre tradición y progreso.
La ceremonia contó con la presencia de Gaudencio Lucas Bravo, Secretario Académico de Investigación e Innovación del TecNM, quien encabezó el evento junto a Ernesto Lugo Ledesma, Director del Instituto Tecnológico de Celaya. También estuvieron presentes Julián Ferrer Guerra, Encargado de la Subdirección Académica; Nayeli Del Carmen Ramírez Segovia, Subdirectora de Planeación y Vinculación; y Teodoro Villalobos Salinas, Subdirector de Servicios Administrativos, además de los maestros jefes de departamento y representantes del consejo estudiantil.
La obra fue realizada bajo la guía de los Maestros Gerardo Martínez y Julián Ferrer, quienes coordinaron un trabajo colectivo donde estudiantes y docentes aplicaron técnicas de vaciado en moldes, mezclando arena, cemento y pigmentos minerales con precisión artesanal. Cada pieza fue fraguada al ritmo del tiempo y desmoldada como quien revela un secreto, generando texturas y relieves que dan vida a los tres seres mitológicos en tonos integrados en la misma esencia del material.
El concepto del mural responde a la filosofía del tequio, palabra de origen zapoteco que significa trabajo colectivo en beneficio de la comunidad. En este caso, la comunidad del Tec de Celaya se reunió para crear una declaración de principios grabada en piedra: que las culturas dialogan en lugar de competir, que el conocimiento transforma en lugar de separar, y que cada ser aporta su don para sostener la paz. Las tres figuras representan también las facetas del ingeniero comprometido: quien domina la técnica con ética, quien se adapta sin rendirse ante nuevos desafíos, y quien mantiene una visión crítica al servicio del bien común.
Durante la inauguración se destacó que esta pieza no solo embellece el campus, sino que interpela a quien la contempla. Cada escama del dragón, cada branquia del ajolote y cada mirada del lince construyen una metáfora viva del camino de formación profesional: ser ingeniero es construir paz con mente para pensar soluciones, con manos para materializarlas, y con corazón para recordar siempre a quién servimos.
El mural permanece ahora como testimonio silencioso pero elocuente en el corazón del Campus II, recordando a estudiantes, docentes y visitantes que en el Tecnológico de Celaya, hasta el cemento sueña con un mundo mejor. La obra inaugura así una nueva etapa donde el arte, la ingeniería y la cultura se dan la mano para crear algo más grande que la suma de sus partes: una comunidad que construye futuro sin olvidar sus raíces.



